Saber que podemos compartir todo sin pensar dónde estemos ni qué horarios o rutinas vivamos es algo muy especial. Capturamos la importancia de cada instante para después vivirlo otra vez de a dos.
Sobre el ajuste: El ajuste es el recurso intimidatorio que permite que el sistema de afano no se descompense por relajación del aporte del (único) que pone la guita. Es decir: que el cliente no se distraiga ni respire tranquilo. Ajustar el cinturón, la soga al cuello, el apretón de huevos financiero. Regla primera: Me cagaré en la asfixia del necesitado que necesitó que le prestara su plata.
Mayor delito que robar un banco es fundar uno.
Sobre las cuentas: Se llama cuenta al espacio virtual donde el cliente deposita su dinero de un cómodo saque pero lo saca –si puede– en los tiempos, el término y el modo que el banco decide. Mágicamente, una vez depositado, el dinero del cliente deja de ser suyo. En el interior de la cuenta, las cuentas las hace el banco; los clientes y la gilada en general sólo verán el resultado. Quinta regla: Me cagaré en los titulares y suplentes de cuenta y manejaré la guita en los tiempos y formas que se me canten.
De las cuotas: Las cuotas son los segmentos elásticamente extensibles de martirio en que se divide la agonía de un deudor. Las cuotas podrán ser muchas o pocas pero siempre equívocamente “cómodas”, como el reglamento del teto. Hay que convertir las cuotas en obligaciones morales –servir la deuda– sujetas a sanciones cuasi religiosas: el Infierno se llama Embargo. Cuarta regla: Me cagaré con intereses sobre quien se demore en las cuotas.
Acerca del crédito: Se supone que los bancos están hechos para dar créditos a los que los necesiten, pero no es así. Los bancos están hechos para aprovecharse de la necesidad de los que necesitan o aliarse con los que ya tienen para ganar más juntos. El crédito, latinamente hablando, es una cuestión de fe. La clave está en hacer creer a los clientes para que depositen pero no creer en ellos para poder prestarles. Tercera regla: Me cagaré en efectivo en los que vengan a pedir crédito.
De los clientes: Se llama clientes a los que operan con el banco. Los grandes clientes son las empresas que –entre otras cosas– nos depositan el dinero de los sueldos de su personal para que intermediemos (y cobremos) a la hora diferida de pagar. Los pequeños clientes o la gilada son las personas individuales que no son (ni deben ser) consultadas con respecto al destino de sus salarios. Así, la gilada inconsulta nos presta mensualmente su dinero por unos días, pero el banco jamás le deberá prestar ese dinero propio a la gilada. Regla segunda: Me cagaré en la gilada que nunca verá la guita sino numeritos, el resumen trucho de cuentas de lo que yo haga con ella.
Acerca de los depósitos: Son los aportes al banco de los clientes que tiene un excedente que no utilizan y cuya suma se supone debería servir para constituir una masa de dinero que pueda ser prestada a los que les haga falta. El banco sería el intermediario oficioso, que obtendría sus lógicos beneficios de la diferencia entre lo que paga por recibir y lo que cobra por prestar. Ja. Sexta regla: Me cagaré en la ingenuidad o voracidad de los depositantes pagando ínfimas o peligrosas tasas incobrables.
De las garantías: Las garantías y los garantes son los rehenes legales con los que extorsionaremos al cliente desesperado. Una garantía ha de ser solvente (que se pueda exprimir) y ejecutable (que se pueda sentenciar). Una especie de doble mejorado, más sólido y a la vez más vulnerable que el titular, su muñeco en viva imagen, sujeto a vudú. Séptima regla: Me cagaré en el cliente exigiéndole comprometidas garantías a las que también haré cagar.
Sobre la inflación: La inflación es un mal absoluto, perversión habitual de los gobiernos populistas que incentivan el consumo, pecan en atraso cambiario y descuidan tarifas y cuentas públicas. Su custodio es el Indec, entidad sospechosa y manipulable a la que debemos, sin embargo, uno de los neologismo verbales que más satisfacciones nos han dado en su momento: indexar. La indexación es la operación mensual de ajuste digital por la cual se introduce el índice (ajustadamente) en el ano del llamado beneficiario del crédito. Octava regla: Me cagaré en la inflación y/o contribuiré a ella mientras protesto, pero indexaré hasta hacer cagar al engrampado en un crédito.
Del interés y los intereses: Hay que discriminar entre lo singular y lo plural. El interés del banco es permanente, siempre el mismo: el lucro, hacer guita de cualquier manera. Para que se logre el cumplimiento de los objetivos que se corresponden con ese interés básico, es necesario que los intereses –ese porcentaje del que vivimos y con el que dejamos morir– sean variables según nuestro puro arbitrio. Novena regla: Me cagaré en todo interés que no sea el del banco, y usaré los intereses para cagarme en todos.
Acerca de las tasas: Las tasas son una taza que –pese a lo que le digamos a la gilada– no derrama ni siquiera la leche de la clemencia. La tasa se fija para asegurarse, pegar primero, preservarse, no dejar de ganar lo necesario para seguir lucrando. No vaya a ser que. Cuando se rompe o deteriora una tasa, el cliente siempre la debe pagar como nueva. Décima regla: Me cagaré en una tasa bien grande y se la haré compartir democráticamente a todos mis clientes.
Mirarás en mí lo que te aterra conocer en ti.
Si buscas resultados distintos, no hagas siempre las mismas cosas.
Ante la catástrofe, el pánico, el desastre, la muerte, emergen hoy varias formas de colonizar el dolor: modos de contenerlo, de nombrarlo, de dibujarle contornos y darle forma. De traducirlo y resignificarlo. Digamos que una de las colonizadoras más flexibles y exitosas, o exitosa por flexible, es la idea misma de inseguridad.
Se ven funcionar varias estrategias de colonización: por un lado la iglesia, por otro los medios y finalmente los partidos políticos. Y todo esto en medio de una estrategia promovida por el Banco Mundial.
“Somos entes vitales pero estamos enfermos. Si tan solo nos diéramos esa grandiosa oportunidad a nosotros mismos para salir a pasear por el conocimiento con la única condición de tener el corazón abierto, ahí entonces, estarías realizando un acto de Psicomagia”
"Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana ..."
El sentido común ya no es un buen fertilizante.
El problema de los filósofos para inmiscuirnos en los asuntos políticos radica en que, como acostumbramos a vivir entre ideas y conceptos, en una realidad que puede permanecer idéntica a sí misma a lo largo del tiempo, lo imprevisible de la acción nos desconcierta. Y el desconcierto, en lugar de asombro, lo que despierta es indignación y miedo.
Como el crítico, un intelectual de las alturas, no encuentra caminos reflexivos para desmontar el texto, generaliza su incapacidad: nadie puede entender.
Se llaman Convivir algunas de las bandas que asesinan gente en Colombia, a la sombra de la protección militar.
Los Estados Unidos surgieron de aquellas películas de nuestras infancias, todo ese país fue un western y siguió reservándose el derecho de western en otros territorios. Lo clásico del western es su “fuera de la ley”.
Lo que acaba de fracasar con la crisis financiera mundial es, entre otras cosas, el imperialismo.
“Un ser humano es parte de lo que nosotros llamamos universo, una parte limitada en el tiempo y espacio. Uno experimenta consigo mismo, sus pensamientos, sus sentimientos como algo separado del resto, un tipo de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión para nosotros, la cual nos restringe a nuestros deseos personales y afecto a algunas personas cercanas a nosotros. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta prisión por medio de la ampliación de nuestro círculo de compasión, de abrazar toda criatura viviente y toda la belleza de la naturaleza.”
El grado de monopolio tiende a elevarse durante la depresión de la actividad económica general.
En 1995, cuando las explosiones nucleares de Francia en el Pacífico sur, el embajador francés en Nueva Zelanda declaró: "No me gusta esa palabra bomba, no son bombas, son artefactos que explotan".
Hoy, la inflación pareciera ser la responsable de “todos los males” y si ésta se resolviera, todos nuestros inconvenientes se terminarían mágicamente, olvidándonos muchas veces de que en la década de los noventa la inflación no era un tema aunque los males no fueron resueltos.
El globo se pinchó, quebraron los bancos, el Estado salió a rescatarlos y ahora hay que ver cómo se sale y cuánto dura; pero como son los Estados Unidos, seguro que salen porque para eso son lo que son y tienen la maquinita de los dólares, el aparato militar y el dominio cultural.
Todo eso no se llama “crisis financiera”. Se llama hacia dónde va la humanidad con este sistema depredador, que reclama más de lo que produce, que globaliza sus pretensiones y que, a la corta o a la larga, tiene por delante alterar su paradigma con un más justo reparto de la riqueza o desatar “nuevas” y crueles intervenciones con el formato que cada geografía requiera. Desde invadir Irak hasta desestabilizar Bolivia. Desde continuar el incremento de sus gastos de “defensa” hasta sofocar, con cuanto recurso les sea disponible, cualquier intento de desarrollo autónomo y regional de las periferias. Desde seguir sosteniendo el dólar al costo que sea hasta que el costo que sea consista en un festival demoníaco de guerras y papeles pintados.
El derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se llama flexibilización del mercado laboral.
La expulsión de los niños pobres del sistema educativo se conoce bajo el nombre de deserción escolar.
Los pobres se llaman carentes, o carenciados, o personas de escasos recursos.
El oportunismo se llama pragmatismo, la traición se llama realismo.
Las víctimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, es como llamar niños a los enanos.
El capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado, el imperialismo se llama globalización.
Se llama Paz y Justicia el grupo paramilitar que, en 1997, acribilló por la espalda a cuarenta y cinco campesinos, casi todos mujeres y niños, mientras rezaban en una iglesia del pueblo de Acteal, en Chiapas.
Dignidad era el nombre de uno de los campos de concentración de la dictadura chilena y Libertad la mayor cárcel de la dictadura uruguaya.
El lenguaje oficial reconoce los derechos de las mujeres entre los derechos de las minorías, como si la mitad masculina de la humanidad fuera la mayoría.
En tiempos oscuros seamos lo suficientemente inteligentes como para ser desobedientes cuando recibimos órdenes contradictorias con nuestra conciencia o contra nuestro sentido común
En tiempos oscuros seamos lo suficientemente locos como para ser llamados locos.
"La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Sí se concede esto todo lo demás vendrá por sus pasos contados.
En tiempos oscuros, tengamos el talento suficiente para arriesgarnos a volar en la noche como los murciélagos
En tiempos oscuros seamos lo suficientemente maduros como para saber que podemos ser compatriotas y contemporáneos de todos los que tienen voluntad de belleza y voluntad de justicia, porque no creemos en la fronteras de los mapas ni del tiempo.
En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente tercos para seguir creyendo contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena.
En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente sanos como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar cada día.
En tiempos oscuros seamos lo suficientemente valientes como para tener el coraje de estar solos y lo suficientemente valientes como para arriesgarnos a estar juntos.